Además de los esfuerzos económicos para desarrollar energías alternativas, la reforestación es un aliado clave en la reducción de las emisiones de carbono
l impacto de la actividad del hombre genera la cuarta parte de las emisiones de gases de efecto invernadero. A dos años del Acuerdo de París, el mundo está en carrera para crear un futuro bajo en emisiones de carbono, que según la Organización Meteorológica Mundial están en su punto más alto en 800.000 años.
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Todos los países tienen que aumentar sus esfuerzos. La introducción de un nuevo impuesto a los combustibles fósiles vinculados a la emisión de dióxido de carbono en el paquete de reformas tributarias enviadas al Congreso es un paso importante para internalizar el costo de carbono en el mercado e incentivar la innovación en economías limpias.
Paralelamente al proceso de transformación económica que debe acelerarse a través de medidas e incentivos como los mencionados, que ayuden a internalizar el impacto negativo de las emisiones de CO2 y gases de invernadero, existen alternativas inmensamente eficientes tanto para reducir las emisiones de carbono como para absorber el carbono de la atmósfera.
De acuerdo con un estudio publicado recientemente en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias, un mejor manejo de tierras podría jugar un papel mucho más importante de lo previsto anteriormente en la reducción y el almacenamiento de las emisiones de gases de efecto invernadero, tanto en los bosques como en las tierras de cultivo, los pastizales y los humedales. Este estudio, conducido por científicos de The Nature Conservancy (TNC) y otras 15 instituciones, cubre 20 soluciones naturales para encarar el problema que acarrea el cambio climático. Teniendo en cuenta las restricciones de costos, el trabajo concluye que las soluciones naturales para el cambio climático podrían reducir las emisiones en 11.300 millones de toneladas por año para 2030. Es el equivalente a parar la quema de petróleo y a ofrecer el 37% de las reducciones de emisiones necesarias para mantener el calentamiento global por debajo de los dos grados Celsius para 2030, como fue ratificado como objetivo por las partes en el Acuerdo de París.
La principal solución natural del cambio climático: más árboles. Según la FAO, 3900 millones de hectáreas o el 30,6% del total de la tierra son bosques. Los investigadores hallaron que los árboles tienen el mayor potencial para reducir las emisiones de carbono a un costo eficiente. Esto se debe a que absorben dióxido de carbono cuando crecen, eliminándolo de la atmósfera. Los resultados del estudio indican que, para 2030, las tres grandes opciones para aumentar el número y el tamaño de los árboles (reforestar, evitar la pérdida de bosques y mejorar las prácticas forestales) podrían eliminar de forma económica 7000 millones de toneladas de dióxido de carbono anualmente, lo que equivale a sacar de circulación 1500 millones de autos a gasolina.
Restaurar los bosques en tierras que anteriormente habían sido boscosas y evitar pérdidas adicionales de bosques en el mundo son las dos oportunidades principales. El éxito depende en gran medida del uso de mejores prácticas forestales y agrícolas, en especial las que aseguran la protección de ecosistemas claves del alcance de la ganadería y la soja, destinando dichas actividades a zonas cuyo valor ecosistémico es menor. El balance adecuado entre áreas protegidas, restauración de infraestructura verde y explotación agrícola y ganadera no sólo traería aparejados beneficios significativos en reducción del calentamiento global, sino que también permitiría proveernos de sistemas de seguridad alimentaria sustentables. Las mejoras en prácticas forestales de bosques existentes permite también producir más fibra de madera, a la vez que se almacena más carbono, se mantiene la biodiversidad y se ayuda a limpiar nuestro aire y nuestra agua.
Algunos países latinoamericanos se encuentran entre los más vulnerables del mundo frente al impacto climático, con inundaciones, escasez de agua potable y alimentos, sequías y tormentas catastróficas, que ya generan serios daños a la tierra, la vida silvestre y las comunidades. Más de 10,6 millones de personas en la región sufrieron los efectos de desastres relacionados con el clima en 2016. La magnitud del desafío es comparable a la oportunidad. Todos los países en la región se han comprometido con el Acuerdo de París y están lanzando una variedad de iniciativas para mitigar las emisiones perjudiciales y ayudar a que sus pueblos se adapten a los impactos actuales y futuros del cambio climático. El Acuerdo de París abrió la puerta para que las soluciones naturales del cambio climático jueguen un papel mucho mayor, declarando que los países deben proteger y restaurar los bosques para reducir emisiones y crear «sumideros» de carbono que absorberían el dióxido de carbono de la atmósfera.
En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático 2017, llamada COP23, The Nature Conservancy (TNC) presentó este nuevo estudio científico y también modelos específicos para la reducción de emisiones en el corto plazo, tales como proyectos de reforestación, resiliencia costera, protección de cuencas en los ríos (fondos de agua), posturas regenerativas para evitar deforestación, etc. En la Argentina, TNC está trabajando con socios locales e internacionales en la Patagonia para evitar la desertificación, en el Chaco para evitar deforestación y en Mendoza, con el gobierno provincial, nacional, el BID y el sector privado, para analizar el manejo sustentable de cuencas hídricas, entre otros proyectos.
Nuestro país cuenta con un enorme potencial para proporcionar soluciones naturales que hagan frente al cambio climático. La ciencia nos muestra el camino para cambiar el paradigma productivo actual. Coordinar esfuerzos para integrar nuestro capital natural a una visión de crecimiento sustentable para el país puede ser uno de los legados mas significativos que dejemos a las generaciones futuras.
El cambio climático probablemente sea el desafío más importante y complejo que enfrentamos como civilización. Pone de manifiesto la necesidad de cooperar, coordinar esfuerzos a nivel precompetitivo, pensar en forma sistémica para remover barreras y alinear incentivos, acelerar innovación, políticas públicas y movilización ciudadana, y crear nuevos mecanismos financieros.
Esto ya está ocurriendo con excelentes resultados en muchas partes de nuestra región y del mundo. Sólo tenemos que acelerar la acción y escalar las soluciones que sabemos que funcionan tanto para nuestros objetivos ambientales como sociales y económicos. El mejor uso de suelos, bosques, humedales, y de la agricultura, como lo prueba este nuevo estudio científico, es una de esas oportunidades de oro que tenemos que escalar rápido. Es hora de trabajar juntos, con los gobiernos, el sector privado, los organismos multilaterales, la sociedad civil y las comunidades, para remover las barreras al manejo sustentable de nuestro capital natural y catalizar la innovación e inversiones que puedan ayudarnos a acelerar estos procesos de transformación.
Fuente: LA NACION